En la actualidad, cada vez se está dando más importancia a crear equipos de trabajo para resolver tareas o proyectos determinados. De ellos se espera que sean capaces de alcanzar los objetivos propuestos y que sean capaces de coordinarse con otros equipos, pero manteniendo una cierta autonomía y autosuficiencia.
Sin embargo, el proceso de crear un equipo a partir de un grupo es un asunto para nada trivial y que muchas veces termina en fracaso. Es en esta transición hacia un equipo eficaz donde entra el Coaching de Equipos como un catalizador para que todas las piezas empiecen a funcionar como se espera de ellas.
Para Katzenbach (2000), el primer problema que puede surgir en el nacimiento de un equipo es que no va a contar con toda la información y los recursos necesarios para tomar las mejores decisiones. Por ello, es importante la figura del coach o coordinador para dirigir los primeros pasos hacia la consecución de los principios que convierten un grupo en un equipo, que según el autor son:
– Definición de los objetivos organizacionales e individuales.
– Elección de los miembros y asignación de tareas.
– Elección de los líderes según sus aptitudes.
– Esclarecimiento de responsabilidades y compromiso de los miembros con los objetivos.
Para lograrlo, el coach tendrá que guiar a su equipo a través de varias etapas hasta lograr las sinergias que se esperan. Estas, según el artículo “Equipos de trabajo, una ventaja competitiva, 2005”, son:
– Etapa de preparación: en la que se deciden los objetivos y la composición del equipo. En esta etapa los problemas de comunicación serán importantes y es trabajo del coach conseguir salir del estancamiento y motivar para seguir adelante.
– Etapa de introducción: en donde hay que superar la falta de unidad y metodología de actuación. Además, cada miembro intentará encontrar su sitio en el grupo. Es fundamental sentar las bases en la colaboración, la complicidad y la comunicación abierta.
– Etapa de normalización: se empieza a crear una cierta visión compartida y se acuerda la necesidad de definir normas y estándares de rendimiento.
– Etapa de reformación: donde el mejor conocimiento de la tarea, de los compañeros y de uno mismo, lleva a mejorar los procesos y a hacer más eficiente el reparto de tareas.
– Etapa de alto rendimiento: si todo ha ido bien, es en este momento en el que empiezan a producirse sinergias pues la motivación, la confianza y el compromiso con el equipo es máxima.
Llegados a este punto, el equipo debería ser ya autosuficiente y no necesitar de una ayuda externa para su funcionamiento, ya que serían los propios líderes los que fomentarían una última y continua etapa de seguimiento, en donde se renovarían constantemente objetivos y métodos para adaptarse a las nuevas necesidades y no abandonarse a la rutina.
Referencias
KATZENBACH, JON R. 2000. El trabajo en equipo: ventajas y dificultades.
Equipos de trabajo, una ventaja competitiva. E-DEUSTO. 2005. 38, 2005.